Si hay algo que me revienta, y que utilizaría como único justificativo para poder comenzar una pelea con un desconocido en un lugar público, es que se deje el chango de las compras abandonado en los pasillos de los supermercados. Pobres changos... ¿qué han hecho ellos para ser tratados así? No hacen más que ayudarnos con nuestras compras, y nosotros (o ustedes, mejor dicho) los golpeamos, los arrastramos, los puteamos si tienen problmas con las ruedas... y los abandonamos. Sí, los abandonamos (repito, hablo en plural pero me refiero a ustedes. Yo eso no lo hago). Y no hay nada más molesto que un chango abandonado, cruzado transversalmente en medio del pasillo angosto de su hipermercado amigo.
Partamos de la base de que no aguanto hacer las compras. Tanta gente pensando en todo lo que tiene que gastar, en todo lo que tiene que hacer afuera en la vida real, en cómo hacer para pasar a la viejita ésa que va a dos por hora en un pasillo que parece un pasaje de San Telmo lleno de chicos jugando a la pelota (Los odio! Pequeños depravados insenbsibles y maleducados... pero eso es material de otra nota). Tanto estrés, tantas ofertas, tan pocos repositores que te indiquen dónde mierda está el papel higiénico del perrito... En medio de todo eso, a algún HDP se le canta dejar su chango horizontalmente abandonado e ir a buscar, digamos, una caja de fósforos que se olvidó de comprar, digamos, tres pasillos más allá. LLEVATE EL CHANGO, HUEVÓN! Aunque vayas a comprar sal y lo tengas al lado, estacioná tu carrito a un costado como si se tratara de una calle como cualquier otra!
Lo que me da la idea para la solución: policías de tránsito en los supermercados. Que toquen pito, que desagoten embotellamientos, que hagan multas. Y que cobren coimas, por supuesto! (¿Le compro un frasco de mermelada marca berreta y lo arreglamos, oficial?)
Hijodeputómetro: QUEHIJODEP...!